Reflexiones en tiempos de cuarentena.

¿Cómo era tu vida antes del virus? ¿Cómo será después? Es curioso como todos buscamos restablecer la normalidad, una normalidad que quizás ahora haya cambiado, porque ya jamás podremos ser ajenos a lo invisible.

Estas palabras no pretenden descubrir nada nuevo, hacer un análisis o buscar soluciones que en realidad están en manos de todos, pero difícilmente podríamos ser ajenos a los acontecimientos actuales, cerrar los ojos a la realidad y no dejar de alguna manera reflejada en esta bitácora de nuestras vidas lo que para nosotros supone este confinamiento. No hablar de ello sería como dejar estéril el conocimiento, no prestar atención, no vivir.

Por supuesto quiero enfocarlo desde la perspectiva que nos atañe, la de convivir con nuestros compañeros peludos, nuestra familia. Ellos viven en esa tranquilidad que ahora todos envidiamos, no se hacen preguntas, solo viven. En más de una ocasión hemos dicho frases como «Debemos aprender de ellos» o «Su manera de vivir es una lección para nuestro supuesto raciocinio». En momentos como este esas palabras cobran aún más fuerza. 

Los perros, que no reclaman, no reprochan, no se quejan, se convierten una vez más en el mejor amigo del hombre. El que te pone los pies en la tierra, el que te permite salir de casa aunque sea unos minutos, el que se duerme a tu lado y con su respiración te dice «todo irá bien». ¡Cuanto debemos valorarlos!

Me pregunto si en este mundo loco algún día aprenderemos a aceptar con la calma que ellos poseen y simplemente guardar silencio para reflexionar, si sabremos conectar con  nosotros mismos y con las personas que nos rodean en un círculo de agradecimiento sin palabras, si entenderemos que lo superficial carece de valor y que podemos ser felices con muy poco. Me pregunto si ahora que el mundo se para, la contaminación se reduce, el estrés disminuye y el tiempo nos sobra, sabremos aprender unas cuantas lecciones.

La vida es un regalo maravilloso, pero es distinto vivir sin más que saber realmente vivir.

Por nuestra parte tenemos mucha suerte, tenemos mucho espacio exterior y nuestros chicos pueden correr y disfrutar en su día a día casi sin notar que ahí afuera hay un enemigo invisible que nos ha parado los pies. Pero este tiempo sirve de profunda reflexión y es nuestro deseo que aprendamos de ello y nos reflejemos en los ojos de nuestros fieles compañeros de cuatro patas, ellos poseen el secreto de la vida, la auténtica conexión con la naturaleza. Ellos, que son el vínculo entre el hombre y la tierra, lo que nos ata a esos lazos perdidos. Ellos, capaces de convivir entre los dos mundos, el salvaje y el artificial que hemos creado. Ellos, son el sendero hacia la verdadera vida.

Ojalá aprendamos a seguir su ejemplo y fiarnos de nuestro instinto, ser materia y alma, sin más. Ojalá podamos decir que aprendimos la lección.

 

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